miércoles, 23 de abril de 2014

Historia de la moda: Hubert de Givenchy

Hubert de Givenchy (1927) 




Aunque la sangre artística corría por sus venas, el diseñador Hubert de Givenchy (Francia, 1927) fue educado para convertirse en abogado. Como otros creadores del siglo XX (Armani, por poner un caso, es médico), muy pronto tomaría la senda del diseño (tal como hicieran casi de forma amateur, abuelos y algún que otro tatarabuelo) dejando oficios, a su entender, prosaicos.
Así que, contrariamente a  los deseos de su aristocrática familia (el diseñador ostenta el título de conde), se matriculó en la Escuela de Bellas de Artes de París. Allí aprendió los rudimentos y las técnicas de moda imprescindibles para hacer sus depurados diseños. Su genio creativo fue pronto del agrado de Elsa Schiaparelli, con quien Givenchy comenzó a colaborar estando la italiana en la cresta de la ola. Y con Cristóbal Balenciaga llegó a tal comunión que, en la actualidad, el francés es miembro del patronato que gestiona el museo de diseñador vasco situado en la bella localidad de Getaria.






En plena década prodigiosa de la moda (en 1952) abrió su propia casa, justo cuando empezaba a triunfar el New Look de Christian Dior. El aristócrata modisto, sin embargo, logró imponer, en los siguientes años, un estilo depurado en extremo que le hizo favorito de damas tan elegantes como Jacqueline Kennedy o Audrey Hepburn. La actriz fue musa del creador para quien no solo hizo vestidos emblemáticos sino también un perfume original y único.











El nombre de Givenchy, hasta 1995, momento en el que se jubila y vende la firma, es un imprescindible dentro de la moda. Aunque la casa hoy sigue en el candelero de las pasarelas, ha olvidado, como tantas otras, las señas de identidad que la encumbraron. Para rematar el asunto, además, algunas colecciones, como ha sucedido con Yves Saint Laurent, han sido comentadas con polémica por la poca fortuna (por decirlo con palabras amables) de sus propuestas.

Los hitos en moda de Givenchy


Pero, ¿cuál fue la contribución de Givenchy a la moda? Tratamos el modelo de la Hepburn un poco más adelante, ya que se ha convertido en objeto de museo. Destacamos además:
  • La camisa Bettina de líneas sueltas, bordada con punto inglés, pero realizada con los tejidos tradicionales de la camisería masculina.
  • El vestido saco extremadamente sencillo y sin adornos que oculta la silueta.
  • Fue también un adepto a las líneas trapecios o triángulos.
  • El vestido de noche tan sobrio y sencillo que podía combinarse con partes de abajo.
  • Y, sobre todo, el atrezzo de Audrey Hepburn para algunas de sus más memorables películas.

El vestido de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes


Y si se anota el título de Sabrina, no podemos hablar de Givenchy sin mencionar el impresionante modelo que lució la Hepburn en la película Desayuno con diamantes de 1961. Esta comedia, adaptación libre de la novela de Truman Capote publicada tres años antes, fue la que encumbró el estilo Givenchy. De la mano de Blake Edward, Audrey Hepburn no solo bordó un papel conmovedor, también creó el icono de moda más importante del siglo XX. De hecho el modelo en cuestión, subastado por una cantidad casi millonaria y hoy perteneciente a Ralph Lauren, ha sido considerado el más bonito de la historia del cine.









Y no es de extrañar, ya que el vestido en buen tejido de color negro realza la figura (hay que estar muy delgada, eso sí) a la par que deja al descubierto parte de la espalda y los hombros. Sus líneas depuradas, como gustaba a Givenchy, ensalzan una elegante figura femenina a la par que son idóneas para realzar los accesorios.

Audrey Hepburn fue una de las clientes más fieles de Givenchy, además de una de sus mejores amigas y de eso es testimonio las fotos que os muestro a continuación.

















 






























Jackie Kennedy fue otra de sus clientes habituales, como muestra estas  imagenes que os muestro a continuación.









Espero que os haya gustado esta entrada tanto como a mí realizarla.








Un beso.
Mónica

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Mónica